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Qué es la VRAM de una tarjeta gráfica y para qué sirve



Todos hemos leído o escuchado hablar de la VRAM. O del importante papel que desarrolla en el rendimiento de nuestra tarjeta gráfica. Pero, de la misma manera, estamos convencidos que hay usuarios que no saben qué significado tienen esas siglas. O cuál es ese importante papel en la gráfica, al que hacíamos referencia. Vamos a ver qué es la VRAM y cuál es su función en nuestra gráfica.

Los núcleos gráficos de las tarjetas gráficas (denominados GPU, Graphics Processing Unit) funcionan de una manera bastante similar a como lo hace nuestro procesador en nuestra placa base. Especialmente, en lo que respecta a almacenar y recuperar datos. Como bien sabréis, los datos no se cargan directamente desde nuestros discos duros o SSD al procesador. No, se cargan en la memoria RAM del sistema. Y es desde ella, que el procesador los toma para poder transformarlos. Para después, depositar el resultado final en la propia RAM, otra vez.



La GPU hace algo similar: los datos que necesita para realizar su trabajo se cogen de la VRAM. Porque esa es la función de este tipo de memoria de vídeo (Video Random Access Memory, VRAM): almacenar los datos que necesita la GPU para poder trabajar. Es decir, es un tipo de memoria RAM (es memoria volátil) que está diseñada para ser empleada con tarjetas gráficas solamente.



¿Por qué es tan importante la VRAM?


Como acabamos de decir, el funcionamiento de la VRAM es muy similar a la de la RAM del sistema. En ella se cargan las texturas y los modelos que, luego, va a utilizar y procesar la GPU para crear la imagen. Por tanto, es muy importante que nuestra tarjeta gráfica posea suficiente de este tipo de memoria. Ya que, en caso contrario, todos estos datos se deberán de almacenar en nuestras unidades de almacenamiento. Y, acceder a ellas, es bastante más lento que hacerlo a la VRAM.



Es por ello que, cuando se incrementa la resolución o el nivel de detalle en un juego, el nivel de VRAM que se consume, se dispara. Pero, a diferencia de la memoria RAM, la VRAM va soldada directamente al PCB de la tarjeta gráfica. Esto significa que, la cantidad de la que disponemos, es la que ha decidido el fabricante de la gráfica. Es decir, no la podemos ampliar a nuestra conveniencia. Y, a medida que los juegos utilizan un mayor tamaño de texturas. Y los usuarios comenzamos a jugar a resoluciones superiores a los 1080p (WQHD, 4K, 5K, 8K), el consumo de VRAM se hace muy elevado. Lo que puede llevar a que nos quedemos sin memoria disponible. Y esto siempre va a acabar afectando de manera negativa al rendimiento de la GPU.




Mención aparte merece el caso de las tarjetas gráficas integradas (las iGPU). Salvo algunas excepciones, la gran mayoría de ellas no tienen VRAM dedicada para su funcionamiento. En su lugar, se ven obligadas a usar la memoria RAM que está instalada en nuestro sistema. Y, dado que la memoria RAM es más lenta que la VRAM, el rendimiento final acaba sufriendo. Es por ello que las APU de AMD, siempre requieren el uso de memoria RAM con especificaciones superiores a las que se necesitaría de manera habitual en un equipo que las monte.



¿Cuánta memoria de vídeo necesitas para jugar?


No existe una respuesta concreta y correcta a esto, puesto que cada usuario tiene sus necesidades y da un uso distinto a su equipo, aunque sí podemos establecer ciertos perfiles y cuáles son los requerimientos de memoria gráfica necesaria para ellos.


Para quien quiera utilizar su equipo para tareas ofimáticas, consultar el correo, navegar y ver contenido multimedia en Full HD, basta con cualquier procesador con gráficos integrados como los UHD 600 de Intel o los Radeon RX Vega 11 de AMD en Ryzen junto 4GB de RAM DDR4.


En este punto queremos aclarar que la GPU y la memoria son dos cosas totalmente distintas y que aunque la potencia gráfica la determina la GPU, la cantidad y tipo de memoria puede repercutir de forma notable al rendimiento, lo cual afecta directamente en la experiencia que tendremos en juegos.


Un caso especialmente llamativo es el de la GTX 1030, una tarjeta gráfica que podemos encontrar en el mercado en configuraciones que utilizan memoria DDR4 y GDDR5 como VRAM. En su caso, el rendimiento del modelo con GDDR5 es el doble que el de DDR4, al disponer de un ancho de banda de 48GB/s y 16GB/s respectivamente.


Con este ejemplo queda claro la importancia de la velocidad de la memoria. Otro factor muy importante es la cantidad. Cada juego tiene unos requerimientos, y dependiendo de los ajustes gráficos seleccionados, esta cantidad puede variar enormemente. El factor que más influye en ello es la resolución. Aunque los videojuegos están diseñados para intentar adaptarse al máximo a la cantidad de memoria de vídeo disponible, algo que se puede comprobar en juegos como DOOM u Overwatch, donde dependiendo de la cantidad de VRAM de la tarjeta gráfica pasa de consumir 3GB o menos en las GTX 1060 de 3GB y RX 580 de 4GB, a 4.5GB en las GTX 1060 de 6GB y RX 580 de 8GB en 1080p. Si pasamos a 2K (1440p) los requisitos suben a 3.5GB, lo cual desborda a la GTX 1060 de 3GB, y alcanza los 4.8GB en las de 6 y 8GB. Como vemos, la adaptabilidad es máxima, pero tiene sus límites. Para salir de dudas échale un vistazo a la siguiente lista.


  • Podemos jugar con resoluciones inferiores a 1080p con 2GB GDDR5.

  • Podemos jugar a resoluciones entre 1080p y 1440 con entre 3 y 4GB.

  • Podemos jugar a resolución 2160p con 6GB.

  • Podemos jugar a resolución 4K de forma estable a partir de 6GB o más.


En caso de que un juego requiera más VRAM de la que disponemos, tendremos que ajustar la configuración gráfica rebajando la calidad de las texturas, desactivando efectos (sombras, suavizados, etc.) o cambiando la resolución. Estas tres características son las que más recursos consumen, por lo que notaremos la diferencia a poco que las modifiquemos. De no hacerlo, podremos experimentar congelaciones de pantalla, saltos y tirones, y diversos problemas con las texturas como parpadeos, aberraciones cromáticas, carga de texturas en resoluciones bajas.


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