En estos tiempos de creciente preocupación del usuario de Internet por la seguridad y la privacidad, puede ser que a medida que profundicemos en estos temas nos encontremos con dos tecnologías ("VPN" y "proxy") que pueden parecernos similares en muchos sentidos, pero cuyas diferencias son bastante relevantes.
Ciertamente, ambas tecnologías nos permiten conectarnos a ordenadores remotos, facilitando así enmascarar nuestra dirección IP. Pero dependiendo del uso concreto que queramos darle a esa capacidad nos interesará más optar por uno u otro.
Esto es un proxy...
Cuando estamos navegando por la World Wide Web, lo habitual es que nuestro ordenador se conecte directamente al servidor de la web que estamos visitando y se descargue la página en cuestión para que nosotros podamos visualizarla.
Pero cuando nos conectamos a través de un proxy, utilizamos éste como intermediario de todo el tráfico web, de tal modo que enviamos nuestra solicitud de visualización al proxy, éste lo reenvía al sitio web que queremos visitar, y cuando responde al proxy, éste nos reenvía toda la información para que podamos visualizar la web.
De cara al servidor, no es la IP del usuario quien accede a la web, sino la del proxy. Esto, además de concedernos anonimato, nos permite sortear restricciones de contenidos basada en geolocalización: si intentáramos usar una cuenta española de Netflix desde EE.UU., la plataforma no lo permitiría. Pero evitaríamos ese problema accediendo a través de un proxy español.
Problema: el servidor proxy sí conocerá nuestra dirección IP. Si el servicio proxy no es fiable, nos habremos ocultado de unos sólo para exponernos ante otros.
...y esto es un VPN
Como el proxy, un VPN (siglas en inglés de 'Red privada virtual') es también un servidor que enruta nuestro tráfico online. Pero donde el proxy sólo enruta solicitudes de una única aplicación (normalmente, del navegador web), un servicio VPN es capaz de hacer eso con todo el tráfico de nuestra red.
Y no sólo lo enruta: lo tuneliza. Así, todo el tráfico que circule entre el cliente VPN y el servidor irá cifrado y autenticado (haciendo uso de protocolos TLS o IPSec).
Esto es importante porque ahí donde el proxy se limitaba a anonimizarnos pero dejaba abierta la puerta a que delincuentes o fuerzas estatales interceptaran nuestro tráfico (es decir, nuestras credenciales de acceso, historial de navegación, etc), un VPN nos protege ante dicha eventualidad.
Hay que decirlo todo: esta protección extra supone que normalmente los servicios VPN ofrecerán una velocidad de tráfico menor que los ofrecidos por un proxy.
¿Cuál escojo, entonces?
Lo explicado más arriba ya aporta bastante pistas sobre para qué clase de uso resultará más útil cada servicio. Pero analicemos alguna casuística más:
"Soy un opositor en una dictadura que no respeta las libertades" (O viajamos a China y queremos tener la libertad de nuestro país.): pues no se te ocurra recurrir a un proxy; incluso si no están interceptando tu flujo de datos, diversas vulnerabilidades de tu navegador vinculadas al uso de Flash o JavaScript podrían revelar tu verdadera identidad.
"Sólo quiero poder votar varias veces en la encuesta de un periódico online evitando que detecten que mi IP se repite": no te hace falta nada más que un proxy (bueno, o varios, depende de cuántas veces quieras votar). Si sólo buscas enmascaramiento de IP y velocidad de conexión, no tiene sentido que recurras a un VPN.
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